Texto base: Efesios 6:10-12
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.”
Introducción
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El mundo espiritual es real, aunque invisible.
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Todo creyente está en medio de una guerra espiritual diaria.
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No es una lucha contra personas, sino contra fuerzas malignas.
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El creyente no debe ignorar la batalla, sino prepararse en Cristo.
I. La realidad de la guerra espiritual
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El enemigo
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Satanás y sus demonios (1 Pedro 5:8).
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Su objetivo: robar, matar y destruir (Juan 10:10).
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El campo de batalla
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La mente y el corazón (2 Corintios 10:3-5).
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El mundo y sus deseos (1 Juan 2:15-16).
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La intensidad de la lucha
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Es constante, no temporal (Apocalipsis 12:17).
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Requiere vigilancia y sobriedad (1 Tesalonicenses 5:6).
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II. Las armas espirituales del creyente
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La armadura de Dios (Efesios 6:13-18)
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Cinturón de la verdad.
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Coraza de justicia.
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Calzado del evangelio de la paz.
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Escudo de la fe.
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Yelmo de la salvación.
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Espada del Espíritu (la Palabra de Dios).
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Oración constante.
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El poder de la Palabra de Dios
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Jesús venció al diablo con la Escritura (Mateo 4:4,7,10).
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Es viva y eficaz (Hebreos 4:12).
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La autoridad en Cristo
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Cristo nos dio poder sobre toda fuerza del enemigo (Lucas 10:19).
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Resistir firmes en la fe (Santiago 4:7).
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III. Estrategias para la victoria espiritual
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Fortalecerse en el Señor
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La victoria no es en nuestras fuerzas (Zacarías 4:6).
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Permanecer en Cristo (Juan 15:5).
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Vivir en santidad y obediencia
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No dar lugar al diablo (Efesios 4:27).
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La santidad es protección (Hebreos 12:14).
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La oración y la intercesión
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Orar en todo tiempo (Efesios 6:18).
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La oración derriba fortalezas (Hechos 12:5-7).
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Aplicaciones prácticas
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El cristiano debe estar consciente de que la guerra es real.
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No luchar contra personas, sino contra el pecado y Satanás.
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Revisar cada día si estamos usando la armadura de Dios.
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Practicar la oración diaria como un arma de poder.
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Confiar en la victoria de Cristo, no en nuestra capacidad.
Conclusión
La guerra espiritual es inevitable, pero Dios ha dado al creyente las armas y la autoridad necesarias para vencer. La victoria está asegurada en Cristo Jesús, quien ya triunfó en la cruz (Colosenses 2:15). Nuestra responsabilidad es mantenernos firmes, equipados con la armadura de Dios y fortalecidos en la oración.
Oración final
“Señor, gracias porque en Cristo tenemos la victoria sobre las tinieblas. Ayúdanos a mantenernos firmes en tu Palabra, revestidos de tu armadura, y a depender siempre de tu poder. Líbranos de todo ataque del enemigo y enséñanos a pelear la buena batalla de la fe. En el nombre de Jesús, Amén.”
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